Aquí y allá veo personas que se preocupan por como se ven y qué es lo que los demás opinan de ellos, se esfuerzan por agradar a la sociedad y se enfurecen si lo que son no cumple con las expectativas del resto, olvidan quererse tal como son. Nuestro gran problema es sobre-valorar la opinión ajena, que si bien es importante, no debe ser lo único sobre lo que se base nuestro criterio.
Que si su cabello es muy corto, que si su color no es tan bello, que si es muy alto, que si es muy pequeño... alrededor mío escucho esta clase de comentarios, una y otra vez las cualidades físicas se ponen delante de las cualidades como persona. Se ha olvidado que los sentimientos, ideas y emociones son el verdadero reflejo de una persona y que por ende, debería ser lo que tomara relevancia al momento de valorar a alguien.
El amor propio al ser reducido, da pauta a que esta visión exterior de los humanos sea la única que importe. Por ello opino que es importante apreciar lo que somos internamente, ya que lo que observan los demás tan sólo es una máscara, un cascarón de todo lo bello que se alberga en lo más cálido de nuestro interior.
Creo firmemente que cuando las cualidades intangibles y sentimientos se valoren más que lo físico, el mundo dará un paso más hacia aquel lugar en donde las relaciones humanas recuperarán su esencia original, donde verdaderamente se conocerá a los otros y no se harán prejuicios por cosas tan burdas como lo que se ve.
Es verdad que la belleza es inherente a la persona, y con esto quiero decir que cada persona tiene un concepto muy distinto de lo que es la belleza, la diversidad de opiniones es una de esas maravillosas situaciones que se da en la vida dentro de una sociedad, debemos aprovechar esta diversidad para tener ideas más floridas, profundas y con un verdadero sentido crítico.
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